Amour (2012), Michael Haneke.


Ayer fui al cine y vi Amour (2012), dirigida por Michael Haneke. Trata acerca de la vida de dos ancianos, Georges y Anne, y de cómo Georges se ocupa de ella, cuya salud empeora cada día, hasta su muerte.
Interpretada por Jean-Louis Trintignant como Georges y Emmanuelle Riva como Anne, Amour comienza con una imagen heladora: la policía adentrándose en una casa en la que encuentran a la señora Anne muerta desde hace tiempo, en su cama, sobre un lecho de flores. 
Después de esta secuencia, la historia vuelve al pasado, comenzando la narración con la pareja de ancianos, Georges y Anne, que asiste a un concierto de piano de un ex-alumno de ella. Al volver a casa comprueban que la cerradura ha sido forzada pero no abierta. Comentan algo sobre otro robo de un conocido, algo que podría resumir toda la película:
“Matilde me contó que en su casa entraron por el techo para robar. Sacaron los cuadros valiosos dejando los marcos, sin dejar rastro”.
Porque la muerte de un ser querido es eso: comprobar que los marcos permanecen y que los lienzos han desaparecido, sin dejar huella. Esa es la historia que se trata enAmour, una pareja que va viendo cómo poco a poco la vida se les escapa, sin poder remediarlo, sin poder volver atrás, viendo que cada cambio para mal nunca será reparado, nunca irá nada a mejor, que cada instante de algo bueno será el último. Todos sabemos acerca de la muerte pero no la conocemos de cerca, no sabemos cómo es el ver cómo avanza sin piedad y más rapida cada día, cómo va haciendo más mella a medida que pasan los minutos. No es agradable contar al público eso que nadie quiere oir ni ver, presenciar cómo la persona que lleva a tu lado toda la vida va desvaneciéndose irremediablemente con el tiempo.
Hace dos días vi The Deep Blue Sea, de Terence Davies, y viendo Amour me acordé de una secuencia en la que una señora que cuida de su marido (que ya no es independiente y no puede siquiera asearse por sí mismo) le da una lección a Rachel Weisz, que dice estar enamorada: “Se dicen muchas tonterías sobre el amor. ¿Sabe lo que es el amor? Limpiarle el trasero a alguien o cambiarle las sábanas cuando se ha orinado, y dejarle mantener su dignidad para poder seguir adelante.”

La película cuenta ese amor y esa dedicación incondicional por parte de Georges de un modo sincero y sin tapujos ni ornamentos musicales, las escenas transcurren en silencio y con su sonido diegético, deja fluir los hechos y las miradas, con planos fijos y largos, en un tempo lento y natural que casi no te deja tiempo ni para pensar, sólo puedes seguir con el corazón encogido hasta el final.
Ante tal declaración de sinceridad visual por parte de Haneke, no se le pudo hacer más homenaje a su historia que con un silencio sepulcral en la sala de cine durante todo el tiempo que duraron los créditos finales.

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