El retorno



Mi tierra (2013) es la historia del viaje a los orígenes de uno mismo. Bajo la dirección de Mohamed Hamidi y de los productores de Intocable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011) este relato comienza en París, donde Farid nació y se crió, aun siendo sus padres argelinos. No sabe hablar árabe y aunque siempre que le preguntan por su origen él responde que es argelino, nunca ha pisado Argelia. Por unos problemas familiares se ve obligado a viajar a este país desconocido en nombre de su padre, y allí se encuentra con sus raíces, en un principio desconocidas y extrañas, pero poco a poco va ahondando más en sí mismo y encuentra dentro toda esa tradición, esa cultura, su ritmo de vida. Uno debe conocerse bien a sí mismo para poder formar parte del mundo. Y esta no es una historia particular sino que habla de algo universal, aplicable a toda familia, por ello esta aventura se llega a sentir en la propia carne. Todo esto va unido a una nota de humor muy agradable pero que va desapareciendo según va avanzando el largometraje.





Porque a pesar de este reencuentro interior, Farid siempre ve esta Argelia desde fuera, casi a modo de turista, sus amigos y familiares le cuentan sus miserias y él lo ve como algo lejano, algo externo. Oye sin parar historias sobre cómo su padre tuvo que viajar apostándolo todo hacia Francia, dejando a su familia atrás, o cómo un conocido ha pedido ya más de cuarenta veces un visado sin éxito, y la cuestión no es ya el dinero, a pesar de que es lo que parece mover el mundo, sino su origen, el ser argelino, el color de piel, el idioma hablado.

Pero él sigue siendo un europeo en un país árabe, hasta que en un momento dado le roban el pasaporte y se produce un giro absoluto en el modo de ver su país. Ahora él es uno de ellos, atrapado por la burocracia. Siente en su piel cómo es el verse rechazado por todas las cuestiones de raza, ahora que en ningún papel aparece la palabra "francés" y es tratado como uno más. Cómo alguien que nace en un país determinado y no en cualquier otro puede llegar a tener unas oportunidades radicalmente opuestas. Simplemente por la cuestión del origen. Farid siente por primera vez lo que es ser argelino, y en ese instante como si le pasara la vida entera por sus ojos, integra esa tradición en sí mismo, experimenta cómo fue la vida de su padre y de todos los que le suceden. Debe permanecer en el país hasta nuevo aviso de modo que sigue profundizando en su historia personal y acude a la casa donde nació su padre, recorre el camino que una vez anduvo éste. Sigue sus huellas.


Aquí Mohamed Hamidi explora la realidad, lo que ocurre día tras día en los países en los cuales las personas no son dueñas de sí mismas, a modo de un ejercicio de reivindicación y protesta, y muestra al espectador -quizá demasiado ajeno a este tipo de sucesos- su propia experiencia y la de tantos que habrán sufrido este tipo de discriminación racial. Algo que cada día se ve en la televisión pero a lo que no se le da mucha importancia. 



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